En nuestra cultura el logro de los objetivos está directamente relacionado con la satisfacción, el crecimiento y el éxito.
El problema es que muchas veces asumimos como objetivos a nuestras ideas, o a simples expresiones de deseo y es importante darnos cuenta de que no es lo mismo querer algo, que proponernos obtener eso que eso deseamos de manera organizada. Confundir una idea o un deseo con un objetivo es algo muy común y también muy frustrante porque para que las cosas pasen hay que llevar los deseos y las ideas al terreno de las acciones concretas. Y esas acciones concretas deben estar contextualizadas y definidas dentro de un marco determinado. Para definir los objetivos de manera eficaz es imprescindible separar las ideas o deseos de los objetivos. Para que tu objetivo tome forma vamos a comenzar por definirlo de manera eficaz, para ello te proponemos una metodología que te ayudará a hacerlo de manera correcta y eficiente.
Desde la mirada de la PNL, un objetivo bien formado debe cumplir con cinco condiciones:
1) Que dependa de mí:
Este modelo nos servirá principalmente para aquellos objetivos que dependen de nosotros mismos, que caen dentro de nuestro círculo de influencia. “Que mi jefe me reciba con una sonrisa” no es un objetivo bien planteado según esta mirada. Tampoco lo sería “ganar la carrera de los 100 metros” porque estaré dependiendo de que otros corredores sean menos veloces que yo. Sin embargo, sí sería un objetivo bien planteado “establecer un plan de entrenamiento de tales o cuales características y duración diarias para llegar al momento de la carrera con tantos kilos de peso y tal rendimiento”.
Vamos a centrarnos puntualmente en aquello que depende exclusivamente de nosotros, y cuando se trate de coordinar acciones con terceros, específicamente en aquellos pequeños (o grandes) comportamientos que SÍ dependen de nosotros mismos en dicha coordinación.
2) Que esté formulado en términos positivos:
El cerebro humano es una máquina perfecta, y cumple al pie de la letra las instrucciones que le damos. Es por este motivo que, si intentamos hacer una pizza, no obtenemos una torta o cualquier otra receta de cocina que no sea esa. Esto que parece tan simple, muchas veces se nos complica. El “NO” no tiene representación en el mundo… sólo existe en el lenguaje. Por eso se nos hace tan difícil pensar en una NO SILLA o en una NO MESA. Aun así, las personas tenemos la tendencia a formular nuestros objetivos en términos de loque NO queremos, sin tener en cuenta que esto no necesariamente está dando información precisa de lo que SÍ queremos. Si nuestro cerebro actúa como unvehículo que nos acerca adonde queremos llegar, imaginemos la confusión del chofer cuando le indicamos que no nos lleve a Barracas, o que no queremos ir a Belgrano (sin decirle adónde sí queremos ir). El No y cualquier término que implique pérdida (dejar, perder, disminuir, etc.) no deberían estar presentes en objetivos bien formados.
3) Que tenga representación sensorial:
Los seres humanos percibimos el mundo a través de nuestros sentidos. Sólo nos llega información por cinco vías. A través de lo que vemos, de lo que oímos, de lo que “sentimos” (por medio del tacto, y en forma de sensaciones internas), de lo que olemos o de lo que gustamos. Consideramos que un objetivo está bien formado cuando la prueba de su consecución nos llega por intermedio de alguno de ellos, es decir por medio de estímulos: VISUALES (algo que veo) AUDITIVOS (algo que escucho) o KINESTÉSICOS (algo que“siento”, huelo, o saboreo). Es muy importante en este punto separar lo que opino de aquello que mis sentidos pueden captar. Por ejemplo, no es lo mismo decir “quiero estar delgado” que decir “quiero pesar X kilos”. Mientras que puede haber infinidad de puntos de vista sobre lo que es gordo o lo que es delgado, los hablantes del idioma castellano no tendrán problema en acordar que peso X kilos cuando vean que el indicador de la balanza así lo señala.
4) Que esté ubicado adecuadamente en el contexto:
Muchos objetivos no son llevados adelante porque nos parecen tan inalcanzables que bajamos los brazos antes de empezar. El destino parece tan lejano y tan imposible que decidimos que el viaje no merece la pena y nos quedamos estancados en el lugar en el que estábamos con relación a aquello que decíamos querer. Uno de los posibles motivos por los cuales esto ocurre es que no siempre tenemos en claro para qué momento, para qué lugar, con qué personas y en qué situaciones queremos que nuestro objetivo se cumpla o se lleve adelante. Entonces abandonamos la dieta por el sacrificio que ella implica, dejamos la carrera universitaria porque estudiar es imposible cuando estamos trabajando o dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy. Cuando nos planteamos el ambicioso plan de salir a correr TODOS los días, el mismo comienza a hacer agua con la primera lluvia, porque todos son TODOS, llueva, truene o haya sol. Si el día de la tormenta no salí a correr, mi objetivo ya no se cumplió, y si ayer no corrí, para qué voy a correr mañana, y así entramos en el círculo de la postergación. Muy diferente sería la situación si elijo un “quiero correr tres veces a la semana” o “quiero salir a correr 30 minutos todos los días soleados excepto los domingos”…
5) Que preserve el equilibrio interno y externo:
Es clave pensar en qué va a pasar cuando nuestro objetivo se haya logrado. Si tengo cincuenta años, no hago actividad física y quiero recuperar el peso de mis diecisiete cuando nadaba, corría, jugaba al tenis, al fútbol y al básquet, es necesario prever las consecuencias a nivel salud que esto tendría. Por otra parte, también es altamente recomendable ver cómo se inserta el cumplimiento de nuestro objetivo en los sistemas mayores de los que formamos parte.
Por ejemplo: si mi objetivo es “dedicarme exclusivamente a la crianza de mis hijos” y soy madre soltera, sin familia que me ayude, y trabajo para mantenerlos, probablemente la consecución de ese objetivo resulte en catástrofe a la hora de analizar la economía familiar.
Estos ejemplos son extremos y a modo ilustrativo, pero es recomendable prestar atención al impacto que el objetivo logrado tendrá en mí y en los demás. Pasar por el tamiz de estas cinco condiciones a los objetivos es la base que nos permite pasar a la siguiente etapa de planificación y definición de estrategias para poder alcanzarlos.
Cecilia Colombo Roqué
Coach Ejecutivo orientada a procesos
Scrum Master
Gastón Testa Lobacz
Coach Ejecutivo – Master Trainer en PNL